Luego de atravesar violencia de género por 20 años, la sobreviviente, quien se describe como “fuerte, decidida y optimista” resalta la importancia de denunciar el abuso y buscar ayuda.

Carmen Matos Figueroa. (Suministrada)

Carmen María Matos Figueroa estuvo a punto de ahogarse con su propia sangre mientras su expareja la golpeaba en la sala de su casa. Luego, la arrastró hasta la cama y allí le pegó en la cara. Sin embargo, la mujer relató que después de haber sido golpeada tantas veces, “ya no sentía dolor” debido a que su rostro estaba adormecido. Posteriormente, el hombre colocó un cuchillo en la garganta de Matos Figueroa.

De pronto todo se volvió oscuro. Se había desmayado. Sintió una brisa de paz que acariciaba su ser, como si los 20 años de maltrato hubiesen pasado. Sin embargo, tuvo que despertar. Al abrir sus ojos, ya no había golpes, ya no estaba él. La casa parecía vacía. Tomó su celular para pedir ayuda. En cuatro minutos los policías llegaron a su casa. El hombre aún no aparecía. Las autoridades buscaban rastros de su pareja, su cartera, su identificación, algo que pudiera indicar a donde había ido.

Un pensamiento curioso cruzó la mente del oficial. “Dame las llaves del cuarto de herramientas”, exclamó con urgencia. La mujer obedeció. Cuando los oficiales abrieron el cobertizo, allí estaba él. Sin vida. Se había suicidado.

Matos Figueroa fue una de las cientos de mujeres que, aún teniendo una orden de protección, han atravesado violencia de género en la Isla. Según las estadísticas de la Policía, hasta la fecha 42 mujeres han sido asesinadas. Sin embargo, la sobreviviente, quien lleva siete años fuera del patrón de maltrato, explicó cómo se pudo reinventar a la vez que recalcó el deseo que tiene de ayudar a otras mujeres a salir del ciclo de abuso.

Inicios difíciles

Son muchos los retos que Matos Figueroa ha tenido que sobrepasar. En una entrevista vía telefónica, la mujer describió su niñez como una “difícil” en la que “había más momentos tristes que felices” debido a que su papá era alcohólico y agresivo de modo que se crió entre su casa y la casa de sus abuelos. Sin embargo, las situaciones no pudieron evitar que la relación con sus hermanos fuese estrecha

“Nuestra mamá siempre nos inculcó lo que era la unidad y los valores, aún en situaciones difíciles, permanecíamos unidos”, resaltó.

Al llegar el periodo de adolescencia, Matos Figueroa comenzó a “ver la vida diferente”. A través de sus acciones, intentaba expresarle a sus padres que sus hermanos y ella necesitaban atención. No obstante, la mujer aseguró que sus padres estaban enfocados en sus propios problemas de modo que nunca pudieron llevar a sus hijos a recibir ayuda psicológica para que aprendiesen a manejar sus emociones.

Una relación que marcó su vida

Posteriormente, a la edad de 20 años, la sobreviviente conoció el hombre que marcó su vida para siempre. Relató que el principio de la relación fue “bueno” aunque mostraba señales de que era un posible agresor.

“Era controlador. Controlaba la forma en que vestía, me comportaba o hablaba. Me controlaba el cabello, si lo quería largo o corto. Hasta esas cosas controlaba en el noviazgo”, detalló.

Con el pasar de los años, la situación empeoró. En ocasiones, el hombre agredía físicamente a Matos Figueroa, aunque admitió que el maltrato verbal y psicológico era “uno de los maltratos más difíciles” pues a través de las palabras, la mantenía en una posición subordinada. Además, resaltó que el hombre la amenazaba si intentaba buscar ayuda y no le permitía pasar tiempo a solas con sus familiares.

Tiempo después, Matos Figueroa comenzó sus estudios universitarios en facturación de planes médicos. Aseguró que en esa etapa “los problemas se hicieron más grandes” debido a que “él comenzó a tomar más (alcohol) y comenzó a recriminar más”.

No obstante, la sobreviviente notó un comportamiento extraño en su pareja por lo que una noche decidió investigar en su teléfono. Fue allí cuando encontró que su pareja le estaba siendo infiel. Luego de ese momento, nada volvió a ser igual.

“Los problemas empezaron a aumentar. Las agresiones verbales eran peores. Ya no eran contra mí, eran contra mis hijos porque ellos se metían y terminaba agrediendo a mis hijos física y verbalmente”, aseveró.

Eventualmente, Matos Figueroa consiguió una orden de protección y la Policía lo sacó de la casa. Sin embargo, el hombre la acechaba.

“Estaba fuera de la casa, pero rondaba la casa. Llamaba a mis hijos porque él quería saber todo: qué hacía, qué no hacía, donde estaba…”, precisó.

Como si se tratara de una bola de nieve que poco a poco se convierte en una avalancha, la historia llegó a su clímax cuando el hombre intentó asesinar a Matos Figueroa entre golpes y un cuchillo. Aunque la intensidad de los golpes fue fuerte e incluso provocaron que la mujer se desmayara, durante ese periodo, aseguró que Dios permitió que sintiera paz.

“Yo sé lo que es paz en medio de la tormenta. En medio de todo eso, yo sentía una paz que no puedo ni explicar; sobrepasa cualquier entendimiento. Yo creo que esa paz me la dio el Señor”, afirmó.

Apuesta a la esperanza

(Suministrada)

A pesar de una niñez “difícil” y un patrón de maltrato de dos décadas, Matos Figueroa apuesta a la esperanza. Aunque luego del ataque Matos Figueroa y sus dos hijos atravesaron un periodo de depresión, la sobreviviente decidió levantarse y ayudarlos durante el proceso.

“Un día me vi y dije: ‘¿Qué estás haciendo? Tengo que coger las riendas de mi vida porque me voy a perder yo y voy a perder a mis hijos’. Tuve que ser fuerte por mí y por ellos. Yo no podía pensar solamente en mí, yo tenía que pensar en ellos dos. Yo tenía que buscar la manera de que todos siguiéramos hacia adelante”, reafirmó.

           A siete años del ataque, Matos Figueroa continúa su proceso de reinvención. Actualmente, trabaja en el Departamento de Información en el hospital HIMA San Pablo en Bayamón como técnica de codificación. “A mí mi trabajo me encanta”, aseguró con una sonrisa en el rostro.

Aún con el reto que supuso la pandemia del COVID-19, la sobreviviente pudo obtener su certificación como codificadora en servicios de salud. Una meta que quería alcanzar desde años. Asimismo, expresó que una de sus motivaciones para obtener el grado fue animar a sus hijos a trabajar por sus objetivos.

“Yo quiero demostrarles a mis hijos que nada es imposible…Si te lo propones y eres dedicado, lo logras”, recalcó.

Además, Matos Figuera, quien se considera “fuerte, decidida y optimista”, aspira a seguir ayudando a mujeres para que puedan salir del patrón de maltrato.

“Me gustaría entrar a una coalición o a alguna organización para que, con mi testimonio, poder ayudar a otras personas, que esto no se quede hasta ahí. Siempre he tenido esa inquietud”, reveló.

Del mismo modo, la sobreviviente explicó que las mujeres que atraviesan violencia género “No se pueden quedar calladas”. Tmabién reiteró que “hay mucha gente dispuesta a ayudar, no estás sola, no eres la única. No te puedes sentir mal por lo que te pasó porque tú no fuiste responsable”.

Matos Figueroa aseguró, a las mujeres que atraviesan un patrón de maltrato, que sí se puede salir de este ciclo.

“Hay que hablar, hay que salir, hay que pedir ayuda, tenemos que coger la vida en nuestras manos, nosotras no le pertenecemos a nadie. Dios nos hizo libres”, concluyó.