Celebrando entre pelos…

Vengo de una familia compuesta mayormente por hombres. En mi casa, vivíamos mi papá, mi mamá, mis tres hermanos y yo. Así que eran cuatro figuras masculinas y una femenina. Ellos, como típicos puertorriqueños, creían que la mujer podía expresar su feminidad de una sola manera. Y esa no incluía pelos.

Recuerdo que la primera vez que me afeité las piernas estaba en la escuela elemental. Me sentía grande y, como ya se me notaban los pelos, no quería que me vieran las piernas peludas. Hubo un tiempo en el que me rasuraba seguido porque no quería que los pelos se notaran en lo más mínimo, pero luego le bajé a la histeria. Decidí que solo lo iba a hacer los domingos. Y así continuaron mis días, unos con más ganas de afeitarme que otros.

El 2014 fue mi año de prepa, fue en el que entré a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ahí tuve mi primer choque con la realidad al ver que una chica tenía sus piernas peludas. ¿Cómo una chica andaba sin rasurar sus piernas? Y entendí que era natural y que no tenía que hacerlo, si no quería.

Crecí con la idea de que las piernas se llevan afeitadas porque peludas se ven feas, no lucen atractivas, no son del agrado de los hombres, no es higiénico… Son muchos los estigmas que hay relacionados a los pelos en las mujeres. La mujer se afeita lo que quiera cuando quiera, nadie tiene decisión sobre su cuerpo y nadie tiene derecho a decirle que está mal por tomar una decisión que va en contra de los convencionalismos sociales. Y eso es algo que, hasta el día de hoy, me lo sigo repitiendo. ?