Recuerdo que cuando era pequeña, unos 5 o 6 años más o menos, me desenvolvía con facilidad entre mi vecindario y mi escuela. Esto gracias a que eran los escenarios a los que acudía con mayor frecuencia. Disfrutaba compartir con mis vecinos y compañeros. Estos eran los espacios que conocía para crear relaciones interpersonales. Pero no por largo rato fue así.

Pasó el tiempo y con él llegaron las computadoras. Gracias a ello, se supuso un avance en cuanto a educación se refería. Por eso, comenzaron a implementar computadoras en las escuelas. De ese modo, cada día más personas aprovechaban sus beneficios ya que no solo estaban en las bibliotecas escolares, sino que a cada estudiante les enseñaban acerca del buen uso de esta herramienta. Y así, por medio de la escuela, fue que tuve mi primer acercamiento con el Internet y la web.

Estos aparatos cada vez tuvieron más auge, tanto así que en mi casa hubo uno. Para aquel entonces, yo solo contaba con acceso al mundo cibernético en la escuela, así que se podrán imaginar el entusiasmo que sentía al tener tecnología en la sala de mi casa. Poco a poco, me fui familiarizando con su uso, pasando a ser la web mi primer espacio interactivo. Había algo nuevo en mi vida y eso era el Internet. Para bien o para mal, creó un cambio en mi personalidad, tornándola a una más introvertida.

Se esfumaron las salidas en bicicleta y los juegos con mis amigas en la marquesina de mi casa; mi realidad era aprender por mí misma a la velocidad de un click y crear lazos a través de Facebook. Lamentable, lo sé. Fue, de esa forma, que comencé a asumir un rol pasivo (que, aunque estoy mejorando en eso, todavía es así) al momento de usar la web y el Internet. Me gustaba cocinar, por lo que buscaba muchas recetas y, como ya mencioné, hacía “amistades” en Facebook. Ya fuera por ignorancia o por gusto, me limitaba a lo que el Internet me podía ofrecer.

Con los avances en la tecnología y con la brecha tan amplia que se estaba creando en la web, llegaron las redes sociales. Y llegaron para quedarse gracias a la acogida del público. Las comunicaciones cibernéticas servían, y sirven, para unir a quienes la distancia los separaba, para que personas que no se comunicaban desde hacía años pudieran estar en contacto, entre otros casos. Así bien, yo me fui sumergiendo cada vez más en el mundo del Internet. Aproveché la oportunidad de contactar personas conocidas, y desconocidas también, para sentir que mi entorno se estaba ampliando.

Ahora, con mis 23 años de edad, me doy cuenta que desde que llevo usando el Internet lo más que he hecho ha sido consumir y consumir, con excepción de las veces que aporté contenido a mis redes sociales. Es cierto que sigo asumiendo un rol pasivo, pero eso ha ido cambiando. Anteriormente, en un curso de fotografía que tomé en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, tuve que abrir mi propia página web (que ahora no logro recordar ni el nombre ni la dirección). Y en estos momentos me encuentro cursando un curso de informática en la Universidad del Sagrado Corazón, que gracias a eso es que tengo este espacio para poder expresarme y dar mis primeros pasos como bloguera.