Nunca me olvidaré del huracán María. No solo porque fue el primer huracán de gran categoría que pude presenciar, sino que María ha hecho que mi vida haya cambiado durante los meses en los que nos hemos visto afectados. Los vientos fueron tan poderosos que pudieron mover la guagua de mi abuelo hasta el otro lado de la entrada y arrancaron de un árbol de aguacates que teníamos afuera y algunos ramas que teníamos en el jardín. Esas horas fueron eternas, sinceramente no podía seguir encerrado en el cuarto, quería ver que estaba pasando afuera. Finalmente, tuve la oportunidad de poder salir de la casa y ver cómo se veía el barrio y las calles, fue de lo más deprimente. Al momento de usar la planta eléctrica no podía habitar mi cuarto porque el olor a gasolina llegaba directamente a mi cuarto, lo que perjudicaba mi salud, así que tenía que cerrar las ventanas de mi cuarto y dormir en un cuarto que mi abuela usa como oficina. La planta eléctrica también se podía usar a partir de las 5 de la tarde hasta las 9 de la noche para ahorrar gasolina, pero en los días de Acción de Gracias, Navidad, Año Nuevo y en Reyes se pudo utilizar la planta por más tiempo del que se usaba; como solo teníamos una planta, pues toda la casa teníamos las conexiones eléctricas conectadas con las neveras, televisores y la computadora de mi abuela. La situación del agua fue un problema tan común en la casa con respecto al uso que le dábamos. Pero el problema principal fue la comunicación. Los viajes para poder conseguir una buena señal para la Fábrica Goya para poder llamar a mi tía que está en Estados Unidos para que nos diera información sobre lo que está pasando en la isla y sobre los movimientos del gobierno de Estados Unidos con respecto a la situación de Puerto Rico. Aprovechando la situación de María, decidí realizar mis horas comunitarias en el Ejército de Salvación de Bayamón, para que a la misma vez no me quedara aburrido en casa. En mis horas como voluntario pude viajar a Dorado y Vega Alta para poder llevar comida caliente a los residentes de los diferentes barrios de Dorado, y a reparar algunos daños que la gente tenía la organización. Al momento de reanudar las clases, no fue nada fácil. Los maestros tenían que rotar y nosotros nos quedábamos en los salones con el calor que hacía. Pasaron siete meses y llegaron nuestros salvadores. Una compañía de electricistas estadounidenses llegaron a nuestro barrio y en dos días restauraron el servicio eléctrico y llegó la luz a mi casa. A pesar de haber visto daños muy fuertes causados ??por el tifón, había algo que me había partido el corazón. Cuando vi el Estadio Juan Ramón Loubriel no lo podría creer. Puede que esto sea algo sin importancia, pero en ese lugar tuve la oportunidad de presenciar momentos inolvidables a través del fútbol, ??principalmente porque el Club de Fútbol de Puerto Rico estaba jugando ahí y viendo cómo estaba. Durante estos largos meses pude ver las dificultades por las que pasó mi país, pero nunca nos habíamos dado por vencido y por todo lo que hemos pasado y que mi pueblo se haya levantado ante un desastre de tal magnitud, es porque me siento orgulloso de ser puertorriqueño.

IMG_1646[1]IMG_1644[1]IMG_1639[1]IMG_1648[1] [Fotos tomadas por: Elián Kuilan]