Recuerdo sentir desde la ventana de mi habitación sus vientos. Su fuerza se dejó sentir en las gotas de agua que se estrellaban contra mi ventana. Parecían ser lanzadas de un arma y recorrían a toda velocidad cada extremo de mi pequeña isla. Tras asomarme por la única puerta libre pude presenciar todo el daño. El verdor que resplandecía de las montañas se había perdido por completo. Los arboles se encontraban desnudos y terrenos habían desaparecido. El desespero abundaba en todos, porque no sabíamos ni teníamos forma de saber sobre que había más allá de los derrumbes, de las carreteras destruídas, de los ríos fuera de su cause y de todo lo que en los caminos se interponía. Parecía como si hubiéramos retrocedido en el tiempo. Los teléfonos ya no tenían la misma utilidad y la señal estaba casi extinta. Para poder hablar con alguien se usaba esa comunicación directa que se remonta a los tiempos en el que el internet  no existía, o buscar algún punto y esperar tener suerte. Cada plataforma existente cayó, así como el mismo internet, que ya era parte esencial en nuestras vidas y pensábamos que era imposible que desapareciera, pero nos demostró lo contrario.  Despedazó cada rincón, cada hogar levantado con sacrificio y sudor. El aire limpio y puro emigró de nuestro dulce paraíso tropical. En el campo se estuvo aproximadamente 7 meses sin electricidad. Fueron momentos difíciles y los gastos que conllevaba vivir de esa manera eran muy elevados. Por varios meses hubo problemas para utilizar el agua. Tuvimos que hacer otras inversiones necesarias y cabe señalar que el dinero que se llevaba a cada hogar con sacrificio no era generado tan fácil. Todos tenían otras prioridades, así que muchos negocios fueron decayendo al bajar sus ventas. Pero el puertorriqueño, sin duda alguna, no se quedó quieto y superó el suceso. Dejaré unas imágenes y videos, tomadas por esta servidora, donde se pueden ver algunos de los sucesos antes mencionados.

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[Imágenes y vídeo por: @nay0927]

Se ha cumplido un año de su pasar y aún se pueden ver sus marcas. Pero es importante añadir que además fue la causante de que mi isla pudiera despertar. ¿Qué fuimos y que somos? Esa era la pregunta que me hacía en los días en los que sólo me restaba pensar. Pero ahora me pregunto, ¿qué fuimos y qué siempre seremos? Guerreros. Porque pudimos levantarnos y porque seguimos en pie. Antes de su llegada al despertar todas las mañanas admiraba todo a mi alrededor; sin embargo, luego del estrago, admiraba como nos fuimos uniendo hasta levantar lo que arrolló. Somos un gran ejemplo de lo que es “superarse”. Decidimos dar la batalla por nosotros, por nuestras familias y por la isla que nos vio nacer y crecer. El puertorriqueño lleva en sus venas la fuerza y es de nosotros no rendirnos. Eran ese tipo de pensamientos los que me mantenían en pie en esos momentos difíciles. Hoy podemos dar fe, de que cuando se quiere y se tienen las ganas de luchar, se puede. Y a pesar de todo, esto fue lo que nos hizo despertar.