Las aguas de mayo…

Hace 40 días que solo salgo a las afueras de mi casa. Me quedo en el cuarto, en la sala, en la cocina, en el balcón… Es un patrón aburrido que se da a diario. No me siento a gusto estando en casa. Pero lo peor es estar en mi pueblo.

Vivo en Sabana Grande, un pueblo al suroeste de Puerto Rico. Aquí no hay cine, restaurantes, centro comercial, librerías, en fin, no hay muchas cosas. Hay poco entretenimiento, por eso, desde hace un tiempo, me fui a San Juan. Vivir en San Juan es incomparable ya que hay una gran variedad de lugares para divertirse. Además, en mi pueblo siempre pasaba necesidades de transportación y eso en San Juan nunca lo viví porque contaba con los transportes públicos y con Uber.

Para mí, mudarme en pleno semestre a mi casa significó algo triste. Tenía la esperanza de volver a la universidad antes de que culminaran las clases, así que cuando me enteré de que terminaría el semestre en línea me deprimí. Regresar al sitio aburrido del que salí, en el que la pasé mal por culpa de las necesidades a las que me enfrenté y estar con mi familia aporta diariamente a mi inconformidad. Todo lo negativo que pude sentir se me juntó y me ayudó a encontrar motivos para confinarme (lo que resulta positivo para no contagiarme).

Queriendo volver…

Necesito salir. No me conformo con el cuento que muchas personas están diciendo de que nada puede ser como antes. Yo sí quiero que mi vida sea como antes. No necesitaba cambiarle nada porque ya había hecho los cambios que quería para ir en busca del destino que yo misma estaba forjando.