En esta historia excelentísima de Arthur Machen lo oculto cobra vida cuando dos ingenuos humanos intentan indagar en lo que no pueden controlar. El sujeto del experimento es una mujer y de esa mujer nacerá el dios Pan en vida. Como todas las historias de Machen, esta lidia con los terrores que alguna vez habitaron la tierra y regresan para causar desgracias a los humanos. Se puede decir que estas historias son el equivalente moderno a las leyendas de hadas que cuentistas como los hermanos Grimm hicieron populares, pero, para su época, con toques modernos y victorianos para darnos un sentido de civilización en medio de la decadencia sobrenatural. En este caso, dicha decadencia es causada por lo que la historia implica es el dios Pan encarnado en el cuerpo de una bella mujer que, al parecer, no deja de “corromper” el alma y la conciencia de los pobres solteros de sociedad alta que se les aparece en el camino. Y todo esto muy implicado, nada verdaderamente explicito abarca las páginas de esta historia, solo un pequeño vistazo a lo que se puede decir es corrupción sexual y del alma, un tema al que Machen siempre regresa y que sin duda aterrorizó a sus lectores allá para el 1894. Si hay algo que sobresale de las historias de Machen es el hecho que él nunca intenta horrorizarte con violencia o morbo, el mero hecho de él tener un acto corrosivo en su imaginación es suficiente, el resto lo hace la magia. El se encargua de hacer que el acto sobresalga, pero nunca de una manera extrema, para darte un buen escalofrío y esta historia definitivamente cumple.

La ficción de Machen definitivamente se puede considerar como una extensión de la vida cotidiana y eso es lo que la hace tan deliciosamente oscura.