Quise empezar el blog oficialmente hablando de una historia que me impacto mucho la primera vez que la leí. Se trata de The White People o El Pueblo Blanco por el autor galés Arthur Machen. Aunque no fue la primera historia curiosa que leí, definitivamente la puedo contar como una de las pocas que verdaderamente me ha helado los huesos.

Hay algo en la historia, una atmosfera sublime que invade cada palabra, cada acción que se describe en la narrativa, sin duda una muestra del talento del autor al evocar terrores sutiles a la hora de desaferrarnos de nuestro mundo terrenal.

Muchos fanáticos y estudiosos de la ficción gótica y curiosa están de acuerdo con que la mejor historia del autor es El Gran Dios Pan (The Great God Pan) y Yo puedo atestar que es una historia excelente de la cuál hablaremos después, pero en lo personal El Pueblo Blanco esta a la par con Pan, tal vez hasta sobrepasándola como ejercicio de terror puro.

Lo que me sorprende de esta historia es la simpleza del asunto y lo complejo de los temas.

Machen empieza la historia con dos personajes, Ambrose y Cotgrave, hablando de la verdadera naturaleza del mal y el pecado. Ambrose seduce a Cotgrave con sus afirmaciones que el pecado y el mal no son cosa de creencia mundana, sino de otros planos, de otras existencias antiguas que bien merodean la tierra en la oscuridad. Esta idea es fascinante, el pensar que lo que se consideran faltas graves en el día a día como el robo o el asesinato no son nada más que la puntita de un tempano gigantesco que se presta a horrores sobrenaturales es única; el bien y el mal conviven mano a mano pero sin confundirse. Hoy en día se puede decir que las líneas son más borrosas. A esto le podemos añadir que al leer las creencias locas de este personaje, bien parece como si el autor nos estuviese hablando sobre sus propias creencias, prestándonos su punto de vista, por así decirlo, para el relato a venir. Entonces Ambrose le muestra a su fiel compañero de tragos el libro verde, una especie de diario escrito por una muchacha que, al parecer, tuvo varios encuentros con el susodicho mal gracias a las historias e intervenciones de una nana que indagaba en lo oculto. De ahí todo va cuesta abajo.

Siempre me ha impresionado la manera en la que Machen puede reproducir el escrito de una niña tan fielmente, con voz, costumbre y diálogo que parecen venir de una persona inocente e inexperta, completamente fuera de las complejidades de la vida. Aquí es donde la historia triunfa, ya que mientras más se lee del escrito, mas uno se da cuenta que nuestra pequeña protagonista esta adentrándose en un mundo de fuerzas inexplicables, uno de traición y magia del cual se le hará difícil salir y todo esto se nos presenta de la manera más sugerida posible.

Nunca podemos estar seguros de lo que la niña ve en los prados y los ríos y las colinas porque su punto de vista inocente filtra sus experiencias, convirtiéndola (sin su intención) en una narradora no fiable, a la misma vez prestando dichas experiencias a mucha interpretación personal, dichas interpretaciones que, al ser repasadas, ponen la piel de gallina. Todo esto lo anota en su diario como los “secretos de los secretos”, el gran juego de las escondidas que terminará con todo gran juego que quede. Definitivamente se siente privilegiada en recibir esta información, dicha actitud que la lleva a ella y al lector al clímax de la historia, si es que se puede llamar así, ya que la estructura de la historia no se presta para esos convencionalismos, sino que nos presenta algo similar al monólogo interior, en este caso dicho monólogo siendo el contenido del libro verde, un pequeño fragmento de una vida perdida.

Muchas veces se siente como si Machen estuviese recontando experiencias propias, como si el, más que creyera, viviera estas experiencias sobrenaturales, cosa que pone uno a pensar (como al leer a Lovecraft o a Blackwood o a otros grandes de la época) en lo que verdaderamente se esconde en aquellos rincones que no vemos.