Comunicación infinita

Articulo sobre la revista Comunications to World

                                                                                                                        

Las relaciones públicas son cada vez más importantes en las guerras, pero en la nueva guerra contra el terrorismo, la comunicación está jugando un papel fundamental como nunca antes. Desde el branding hasta el manejo de los medios y las palabras, cada parte apuesta a su propaganda de guerra. El sector de las PR está jaqueado como nunca, y, como nunca, también podrá aportar a gobiernos y empresas con su capacidad de influir en la opinión pública. En los restos de las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono todavía se veían las llamas tras los atentados del 11 de septiembre, y ya los expertos en comunicación del Departamento de Defensa en Washington debatían el nombre que le pondrían a la operación militar estadounidense en respuesta al ataque terrorista. Primero se la denominó Operación Justicia Infinita: sonaba fuerte, desafiante, y el propio presidente norteamericano George Bush describió públicamente la marca de la guerra como una “cruzada contra el terrorismo”. Eso era justo lo que precisaban los países árabes para sentirse ofendidos. Además de parecer la declaración de una guerra santa cristiana, entraba en colisión con un principio del islamismo: sólo Dios -o Alá- tiene derecho a impartir justicia. Por último, los especialistas de Washington decidieron apelar a un rápido rebranding rebautizándola Operación Libertad Duradera. No suena tan contundente, pero colabora con el principal fin de las relaciones públicas en la nueva guerra contra el terrorismo: mantener a la mayor cantidad de países islámicos contra el terrorista Osama bin Laden y el régimen talibán de Afganistán. Tanto debate alrededor del branding de la guerra no es casual: el gobierno de los Estados Unidos sabe que ésta, como pocas guerras hasta ahora, se gana o se pierde en el campo de batalla de la comunicación: comunicación para ganar las mentes y los corazones de los norteamericanos, de los aliados europeos, del Tercer Mundo y de los países árabes más moderados. Que la comunicación y el dominio de la opinión pública es clave, no es nuevo desde las guerras del siglo pasado. Pero en ésta, la primera guerra del siglo XXI, la comunicación es la clave, y la comunicación nunca más será lo mismo luego de esta guerra. La importancia de la comunicación en las guerras no surgió de la nada. Estados Unidos entendió mejor que nadie el rol de las relaciones públicas en la guerra ya en la Primera Guerra Mundial. Los Comités de Información Pública (CPI según sus iniciales en inglés) fueron el primer esfuerzo por movilizar y controlar a la opinión pública norteamericana para que aceptara entrar en la guerra de Europa. Otro antecedente es la escalofriante propaganda nazi orquestada durante la Segunda Guerra para lograr la adhesión de las masas. Evidentemente los norteamericanos aprendieron de sus errores de PR de la guerra de Vietnam, en los 70, cuando los noticieros mostraban terribles imágenes del frente, y la opinión pública de los Estados Unidos se distanciaba cada vez más del conflicto. En la Guerra del Golfo, Washington aprendió: la TV sólo pudo mostrar las imágenes que querían los estrategas militares: misiles hiperprecisos dando en el blanco como “operaciones quirúrgicas” contra el terrible Saddam Hussein.