Por: Alexandra Acosta Vilanova

Desde pequeños nos preguntan en qué deseamos trabajar cuando seamos grandes. En mi
experiencia, quise ser cantante, bailarina y hasta comediante. En la actualidad, vivimos una crisis económica que hace desaparecer aquellos sueños que teníamos de niños. Los empleos anhelados se desvanecen cuando muchos puertorriqueños en su búsqueda por sobrevivir se convierten, como diría la escritora Magali García Ramis, en los cerebros que se van.
Cuando repasamos la historia de Puerto Rico, nos damos cuenta de los grandes retos que
nos han tocado vivir. Comenzando con la invasión norteamericana, la búsqueda de una identidad, la Gran Depresión de los Treinta, entre muchos grandes problemas. Pero es ahí, que nace un movimiento de cambios en Puerto Rico. Un movimiento que se implementa en nuestra Isla para ayudar al jornalero mal pagado, a los peones endeudados y a los puertorriqueños sin tierra. Este movimiento se llama: el cooperativismo.

“No hay mejor prueba del progreso de la civilización que el progreso del poder de la
cooperación.”, John Stuart Mill. De eso se trata, de trabajar mano a mano para juntos mover
cualquier montaña. Por esta razón, el cooperativismo en Puerto Rico ha podido contribuir en el desarrollo de su economía y en los empleos a través de diferentes cooperativas. Para finales del siglo XIX, las oportunidades de empleo se basaban en las industrias del café, el azúcar y el tabaco. Sin embargo, las condiciones de trabajo no eran las mejores y el desempleo abundaba. Ante tanta miseria se crea la cooperativa “Los Amigos del Bien Público”, inspirada en los pioneros del cooperativismo en Rochdale. Esta sociedad impulsó la participación laboral.

Es menester destacar que las cooperativas son la solución para la mala distribución de las
riquezas en el mundo, pues son asociaciones autónomas de personas unidas para satisfacer sus necesidades. Asimismo, emplean cerca del 10 por ciento de la población laboral, ofreciendo 280 millones de puestos de trabajo. Brindan dignas experiencias, donde el 94 por ciento de sus plazas son a tiempo completo; otorgan beneficios como plan médico, seguros y planes de retiro, generando sustentabilidad.

De igual forma, el movimiento cooperativo les brinda la oportunidad a las personas de
escasos recursos a trabajar en su propia empresa y generar ingresos. Se han creado distintos tipos de cooperativas en el país como las de agricultura, mercadeo, educación, y servicios. Todas con el fin de producir empleos en cada área y fomentar el trabajo en equipo. He aquí la importancia de que todos los puertorriqueños aportemos nuestro granito de cooperación. Imagina todas las vidas que podríamos cambiar. Todos los maestros, agricultores, empresarios y médicos que se quedarían en nuestra Isla.

En conclusión, comparto la siguiente cita de la maestra del cooperativismo en Puerto
Rico Ana María O’Neill: “Bajo nuestros pies se siente a veces un crujir de los cimientos de toda nuestra estructura social. Se necesita valor para vivir la época. Valor que se pondrá bien a prueba al hacer frente a los males sociales.”, cierro cita. Es hora de educar al pueblo puertorriqueño con una mente cooperativista para así enfrentarnos al desempleo, a la falta de una salud digna, al cierre de escuelas, a la decisión de quedarme o de irme. ¡De enfrentarnos a una deuda pública! El cooperativismo transforma, y se ha demostrado con los distintos sucesos históricos como la Segunda Guerra Mundial y hasta el huracán María. Puerto Rico está herido, pero los invito a que optemos acciones cooperativas para que esta linda Islita vuelva a cantar: “Gloria, gloria, gloria gloria a las manos, a todas las manos que hoy trabajan porque ellas construyen y saldrá de ellas la nueva patria”.