Terrazo es una colección de historias cortas puertorriqueñas publicadas por primera vez en el 1947 que ilustran la vida en el campo durante el alza de las industrias azucareras americanas. Mucho tiene que decir la obra sobre el sufrimiento general del trabajador y jibaro del campo, aplicando el énfasis en la comunidad de color y en la perdida general de una patria. Por lo tanto, Terrazo es un libro que se inclina a la representación realista, y muchas veces cruda, de lo que ocurrió en nuestra isla a mediados del Siglo 20. Muy pocas veces el libro se da el lujo de liberar al lector de la amargura que resalta en cada página, con notable excepción de la primera historia de la colección, “El Josco”, una historia trágica que usa la simbología de la fauna isleña para darnos su mensaje, y las tres historias del profesor Peyo Mercé, que concluyen la colección con las monerías graciosas del susodicho personaje y sus enfrentamientos con los superiores (Santa Cló Va a la Cuchilla específicamente tiene una resolución de película). Estas historias son refrescantes y muy necesitadas para balancear un poco el contenido del libro ya que una y cada historia de este libro deja sus mensajes claros y nos enseña que desde hace mucho, hemos estado sufriendo la pérdida perpetua de una patria, ya fuese de relajo o no. Pienso que Díaz Alfaro tenía muchas agallas en el momento para crear una obra como esta, y su prosa bellísima, evocadora de tanta cultura campesina puertorriqueña y que a veces se siente como si estuviese pintando el paisaje con palabras, es posiblemente el segundo elemento más grande que evita que las realidades del libro se expongan demasiado crudas al lector. Añade a esto que hay historias que dejan claro que son vivencias del mismo Alfaro y aquí tienes una obra muy personal que si pudiese le metería dos bofetadas a las idealizaciones de Luis Llorens Torres.

La organización de las historias es excelente, comenzando con la historia del Josco, una narrativa simple pero efectiva de la pelea entre el toro negro de la isla y un toro blanco americano que lo reta en posición de padrote que adentra al lector y lo prepara para los temas a venir. Esta historia de ninguna forma se nos presenta como una mera fantasía, a pesar de serlo en esencia. Alfaro usa ambos toros y los personajes que los rodean como símbolos que expresan su desasosiego sobre la descarga americana en la isla, por eso dice mucho el suicidio del Josco al final de la historia, en vez de ser asesinado o maltratado de cualquier otra forma, el Josco prueba ser demasiado honrado. Considerando el maltrato abundante en las historias a venir, las implicaciones de ese final se hacen claras y sin duda muchos de los campesinos de la época se debieron sentir igual. De forma similar termina “El Fruto”, la historia de un campesino llamado Tello y su esposa que pierden su más reciente hijo a causa del hambre, y como al final el protagonista no puede más y se suicida. Esta historia es, sin duda, una de las más fuertes del libro, y la más interesante en cuanto a exposición. Cuando se habla del fruto, se dice que el fruto es de Dios, y aquí, irónicamente, todos los frutos de Tello se mueren, no soportan la cruel vida de campesino. La esposa vive aterrada de Tello por la situación y de él se dan vibras que en cualquier momento le puede caer encima en una euforia de rabia, pero esto nunca ocurre, en vez Alfaro nos presenta una situación que bajo otras circunstancias sería motivo de celebración, un embarazo, y lo invierte, llenando de terror lo que pudo haber sido una buena noticia y Tello no puede más y se suicida, dejando atrás una familia y un sinnúmero de preguntas que dejan volar la imaginación. Esta es la historia que mas me afectó de la colección, ya que en su corta duración muestra una historia de tragedia domestica que va mas allá de la temática de superficie, tocando de manera muy cruda la mortalidad, el descenso a la tragedia, la frustración, el deber de criar y el linaje familiar. “Bagazo” cuenta la historia de un hombre considerado obsoleto por el mayordomo de una central azucarera y por consecuencia, exiliado del trabajo. Con familia que mantener, las penas lo hunden en el alcohol y en un descuido, se pasa con el mayordomo y le cuesta la vida. Esta historia tiene muchas similaridades con “El Fruto” y la narrativa constantemente evoca la central como un gran monstruo devorador, que en sus entrañas hierve sangre y sus restos son Bagazo, cosa que asimila el protagonista cuando cae rendido en un vertedero de los restos. Nos damos cuenta que para el americano, Puerto Rico no es más que Bagazo. El mal agüero del pitirre desaparecido de los campos de Puerto Rico es otra utilización de la fauna como símbolo, un pitirre va de guaraguao en guaraguao jorobando la pita mientras su canto llena el campo adormecido, su ausencia se haría notar. Alfaro sin duda le tenía mucho cariño al pájaro y su aparente desaparición de momento solo lo convence más que lo que viene no es nada bueno. Entre las historias también se encuentra “El Gesto de la Abuela”, una historia muy particular porque vemos a una mujer tomar acción cuando unos americanos quieren comprarle la finca por una gran suma de dinero y ella se niega. Esta historia habla volúmenes del sentido patriótico, no importa cuánto dinero te den, la patria no se vende. Incluso viviendo bajo las mismas condiciones desdichas de los otros campesinos, ella decide quedarse, la honradez de pudo mas.

Entonces están las historias de Peyo Mercé que concluyen el libro. Son estas historias las que sumen al lector en el ámbito educativo de acuerdo al punto de vista que rechazaba la asimilación cultural. Aquí entra el protagonista Peyo Mercé en “Trasplante y Desplante”, donde el profesor reta la inteligencia de un erudito americano recién llegado a la isla. De aquí en adelante nos damos cuenta que este personaje va a ser de las suyas. Entonces le sigue Santa Cló va a la Cuchilla, una historia que comparte una continuidad con la anterior (usando los mismos personajes poco tiempo después del desplante de Peyo) y que nos muestra el intento trágico de traer a Santa Claus a la cultura puertorriqueña. Obviamente, el Peyo intenta advertir a los americanos que los campesinos no están preparados para ver esas vistas, pero como siempre no le hacen caso (y después lo culpan a él) y lo que resulta es en un pánico masivo donde tildan al rojo barrigón de diablo. Esta historia es quizás la mejor de las tres porque es ingeniosa e irónica, toma una comedia de situación y la pone firmemente en el campo, tomando una reconocida imagen americana e invirtiendo su significado en ojos de los campesinos. Muy graciosa. La última, “Peyo Mercé Enseña Ingles” termina el libro con el dilema de la asimilación en la educación cuando Peyo es obligado a enseñar ingles en el salón de clase. Como todo buen jibaro, el maestro tiene sus dudas sobre el material y los niños naturalmente lo convierten en un juego, porque la gallina boricua no canta “coca doodle doo”. De todas las historias esta es la más bonita, aquí no hay abusos o mensajes en particular, esta historia refleja el cariño que le tiene Peyo a sus estudiantes y el dilema del ingles se vuelve más un chiste interno entre el maestro y la clase.

A pesar de todo, Alfaro logra crear magia, como una flor brotada en el infierno que no deja que la vida se le escape. Aquí la vida laboriosa del campesino cobra vida y se convierte en leyenda.