“Ponce es Ponce y lo demás es?”

En este blog iré directo al “bembé”, donde se forma el vacilón y todos beben hasta más no poder.

Comenzaré por decir que: universitario que me lees, tiene que vivir la experiencia de ir pa’ las justas. Si te gustan, te espero el año que viene, si no pues no regreses, no harás falta. Les hare el cuento largo, súper corto sobre nuestra osadía en las pasadas justas.

Fui con dos amigas, unos seres que aprecio y adoro un montón y que nunca habían ido a las justas. No fue fácil convencerlas, pues estuve largas semanas diciéndole que me acompañaran y como para Nissybeth nunca hay un NO, no tuvieron más remedio que ir.

Para empezar decidimos tomar la ruta más larga, por el oeste en dirección a Aguadilla, ya que nos encanta esa región. Como de costumbre, nos detuvimos en el pueblo de Rincón para comprar los benditos cocos que nos encantan.

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Nos fuimos sin ningún plan, sin tener un techo donde dormir, pues somos fiel creyentes de que solo se vive una vez y que cuando no se planifican las cosas, es cuando mejor se pasa. ¿Qué podía pasar?  Que nos quedáramos durmiendo en el carro. “WATEVEL” estábamos “ready”. De camino, nos pusimos en contacto con nuestras conexiones y encontramos donde quedarnos.

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¡Techo seguro, vámonos a janguear!.

Llegamos a dónde se forma el vacilón, nos encontramos con amigos y conocimos gente de otras universidades.   De eso es que se trata mi gente, de vivir y aventurarse a experiencias nuevas.

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Luego del “bembé” fue que se complicó la cosa. Para encontrar el carro, estuvimos 1 hora buscándolo en una patrulla.  Pues como era de esperarse, no te recuerdas en donde estacionaste.  Gracias a los policías que nos ayudaron, fueron bien amables. ¡Les debemos una!.  La sorpresa fue cuando íbamos camino al carro, el ver que nos habían tumbao’ el bendito retrovisor. Pero el pequeño e insignificante incidente no nos quitó las ganas de pasarla bien.

Al día siguiente, nos levantamos motivas para ir a la playa. Y como con el retrovisor no fue suficiente, un ángel guardián vestido de policía nos dio tremendo “ticket” por los tintes del carro. ¿Saben qué? Seguíamos pa’ lante.  Ya de regreso al área metro, de camino a nuestro hogar y para cerrar con broche de oro la mega aventura de Ponce se nos vacío una de las gomas con dos tornillos. De más está decir, que tuvimos que llamar para que nos ayudaran, ya que NINGUNA sabía lo que era cambiar una goma.  Cosas que pasan pero aprendimos la lección.  Para las próximas Justas, nos vamos en pon.

¡Hasta la próxima!.