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La Oficina de la Procuradora de las Mujeres se creó el 11 de abril de 2001 bajo la Ley 20.  Siendo su objetivo el “fiscalizar la importación y el cumplimiento de la política pública y las leyes vigentes para la protección del grupo social mayoritario en el país”.

La visión de la Oficina de la Procuradora de las Mujeres es, “aspirar a que la sociedad promueva de forma activa la paz, la justicia, el respeto y la esencia de la dignidad humana, tanto de los hombres como de las mujeres.  Toda mujer merece respeto, protección, disfrutar de una calidad de vida que le permita tomar decisiones claves y reclamar sus derechos.  Todas las agencias gubernamentales y entidades privadas deben mostrar sensibilidad, equidad y respeto a los derechos humanos”.

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De esta manera, considerarla como recurso accesible para las mujeres y que se sientan en total libertad de contactar en caso de necesitar orientación.  La oficina esta comprometida solucionar los problemas que enfrentan las mujeres en nuestra sociedad.   Esto se logra promoviendo la igualdad, erradicar el discrimen y la violencia y educar a la comunidad promoviendo los derechos de las mujeres.

Como cuestión de hecho, la Oficina de la Procuradora de las Mujeres brinda servicio a mujeres que sufren de la violencia doméstica.  Tanto niñas, adolescentes, jóvenes, mujeres deben reconocer cuales son los patrones de un agresor ya que ninguna está exenta.   Lamentablemente, las estadísticas de casos de maltrato aumentan.

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A diario observamos en los medios de comunicación en Puerto Rico (TV, radio, prensa, internet, entre otros) noticias relacionadas con la violencia doméstica en contra de la mujer.  Esta violencia dirigida a la mujer por sus parejas y ex parejas se manifiesta en “emplear fuerza física, violencia psicológica, intimidación, persecución contra la pareja para causarle daño a su persona, a sus personas queridas o sus bienes”.  Siendo estos los cinco tipos de delito criminales establecidos por la Ley 54.

La inconsistencia y fallas del sistema, la inseguridad, el miedo, las amenazas, la culpa, el qué dirán, entre muchas otras, permiten en la mayoría de estos casos que el agresor presente y ejecute una conducta dominante, posesiva y de control.  Esta acción, intimida y hace vulnerable a su víctima y en muchas ocasiones, desemboca en agresión y/o en tragedia.  Lamentablemente, en algunos casos encontramos que tanto familiares, amigos y vecinos tienen conocimiento y/o escuchan discusiones entre la pareja e ignoran la situación ya que entienden que ese asunto no les incumbe.  Por tanto, se convierten en cómplices pasivos por no brindar ayuda a la víctima, ya que de forma indirecta protegen al agresor.  Lo que le da ventaja y la oportunidad al victimario de planificar su agresión.

Todos estos argumentos, nos hacen reflexionar y debatir el tema “Si una mujer es capaz de reconocer los patrones de una conducta violenta”.  “Cuánto es capaz de tolerar hasta el punto no reaccionar y confiar en su agresor”.

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Cabe señalar que, la violencia doméstica no tiene clase social y ninguna mujer está exenta de pasar por una relación con un patrón violento.  Por tanto, es importante que una mujer pueda reconocer, aceptar y tener la valentía de buscar ayuda y expresar la situación por la cual está pasando.  Ser firme y consistente en su decisión a la hora de llevar el caso al sistema de Justicia de nuestro país.